martes, 12 de octubre de 2010

Juicios y prejuicios sobre los trastornos alimentarios


Es frecuente, desde hace ya un tiempo,  escuchar en los medios de comunicación masivos hablar sobre bulimia y anorexia.

Este tema vuelve a resurgir con ímpetu en ciertos periodos, generalmente después de algún caso de interés para los medios.

En general hay un discurso repetido y hasta en cierta forma trillado sobre las causas, la forma de tratamiento y sobre todo una búsqueda incansable sobre los posibles culpables.
Esta culpa en algunos casos recae sobre la presión social, en otros casos, no tan masivamente, en la relación con la madre.

Se trasmite este discurso desde un lugar de causa-efecto, ó sea que ante la presión social la respuesta es un “un trastorno alimentario” para lo cual habría una solución unificada para todas las personas que presentan estos síntomas.

Lo que nunca termina de cerrar en este discurso es porque hay personas que presentan “trastornos alimentarios” y otras no.

Es una realidad cotidiana la presión social respecto a la imagen, así como también hay que considerar la  presión en cuanto a lo que es ser “exitoso” y otras más con las cuales convivimos.

Este discurso ignora la subjetividad de cada persona con el agregado de que al nombrar a estos síntomas como “trastornos alimentarios” cree estar dando una solución, única y verdadera para todos los individuos; cuando en realidad lo que hace es una simple descripción de algunos síntomas.

A mi entender estos discursos culpógenos tienden a cerrar toda posibilidad de pensar que le está pasando a esa persona .
Empezar a pensar  desde este lugar diferente donde se tiene en cuenta a cada sujeto, abre la posibilidad de transitar nuevos caminos donde se ponga en juego la particular de cada ser humano.

Si bien es cierto que hay muchas presiones sociales, no es menos cierto que cada persona responde de una manera diferente hacia ellas.

Hay presiones en cuanto a la figura, también las hay en cuanto al trabajo, en cuanto al éxito, etc.

Muchas veces se oye decir que “cada uno tiene que aceptarse como es” como  premisa para ser feliz (prejuicio ya que en realidad es un juicio emitido a priori de su comprobación)

Si cada uno debe aceptarse como es cabe replantearse si aceptamos a la otra persona como es ó nos quedamos fijados en un lugar tratando de cambiar al otro para que sea como nosotros queremos ó consideramos que es lo mejor.
Así como muchas veces este discurso lo que imposibilita es la capacidad de cambio: “soy así”.

Considero que cuando aparecen estos trastornos alimentarios son síntomas de que algo está pasando y es una buena oportunidad para hacer una consulta al psicólogo, posibilitando de esta manera que lo que angustia y causa malestar empiece a circular dentro del campo de la palabra, en un ámbito donde se respete la subjetividad de cada persona.

Lic. Esther Litera
Psicóloga
4866-3840